miércoles, 1 de octubre de 2008

El límite del bien y del mal


Para un periodista los límites de la información son más que imprecisos, hecho que a mi juicio obliga a pensar más en ellos. Por supuesto que la libertad de expresión debe mantenerse por encima de todo, pero hay imágenes e informaciones que no son justificables ni por este derecho fundamental ni por cualquier otro.
A menudo me encuentro con disyuntivas de este tipo en mi sección: sucesos. La información que manejo es muy delicada y siempre afecta a la vida íntima de las personas. He ahí la cuestión. Mi libertad acaba donde empieza la suya.
No creo que sea necesario publicar una foto de un accidente o atropello en la que la cara del fallecido o herido se vea en primer término. Una imagen debe aportar datos y para mí es mucho más informativa una foto en la que se vea el conjunto del accidente, el lugar, el despliegue sanitario y policial, los coches implicados antes que la cara del herido en primer plano. Lo único que aporta esa fotografía es dolor para la familia y los implicados, que ven cómo el herido está demacrado, sangriento y a punto de morir, si no lo está ya. He tenido esta discusión con mis jefes y otros compañeros en numerosas ocasiones y sigo sin entender sus argumentos.
Creo que para entender los míos sólo hace falta un poquito de empatía. ¿Acaso nos gustaría ver a nuestro familiar moribundo en la portada de un periódico?
Por no hablar de determinadas expresiones que son muy poco delicadas y que dañan la sensibilidad de cualquier ser humano. No es lo mismo que alguien "vuele por los aires" en un atropello que sea "desplazado a unos metros". Aquí entra en juego el morbo, y de eso hay mucho en esta profesión. Hay que hacer las informaciones correctas, con todos los datos posibles y fidedignas, pero no pasarse al lado de lo morboso, lo sangriento y lo oscuro. Por supuesto que la realidad es la que es y no debe ocultarse, pero ¿es necesario?
Hay datos en los que uno no debería entrar porque no aportan nada y dañan la sensibilidad de cualquier implicado. NO me refiero a callar cosas, me refiero a contar las necesarias. Una cosa es que yo, como periodista, tenga acceso a informaciones propias del cotilleo, pero España ya es un país lo suficientemente cañí como para que alimentemos esos corrillos de mercado o de portal.
La rutina periodística, más en un medio local, dificulta en ocasiones el pararse a pensar sobre lo que estamos haciendo. NOs convertimos en autómatas de la información y eso es un crasso error que puede traernos muchos quebraderos de cabeza. Con dos minutos y un poco de empatía se arreglarías muchos fiascos que luego tienen difícil la vuelta atrás.

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