sábado, 9 de agosto de 2008

Aquellas caricias


Comentaba el bueno de Cañamero que las manos que mataron a la joven María San Cipriano el jueves eran las manos que tantas veces la habían acariciado. Que las manos que te quieren sean las que te quitan la vida no es nada extraño últimamante. Es difícil entender cómo una mujer puede dejarse absorber y tratar de una manera tan vomitiva. Ni la seguridad en una misma ni el carácter pueden evitar que haya víctimas de malos tratos. La mujer, imagino que igual que el hombre, llega a aguantar lo inaguantable en aras del amor. Que tu pareja se vuelva loco de amor puede ser el sueño de muchas y la pesadilla de otras cuantas. Todo comienza por muy poco. Primero es una discusión por un encuentro con un amigo o una amiga, luego continúa con un apretón en el brazo por una sonrisa no agradecida, sigue por un empujón y después viene el guantazo por, como en el caso de María, comer un pirulo por la calle. Todos son pasos previos a la muerte. El atajo no es fácil. Todo se va perdonando porque "se le han cruzado los cables", "tiene miedo a perderme", "me quiere demasiado", pero al final llegan las puñaladas, los atropellos, los disparos...
El acoso de un ser querido es algo inaguantable. La sensación de amargura, decepción con una misma, impotencia, abatimiento o dolor invade todo tu ser y te anula, te impide sonreir, disfrutar...vivir.
Las parejas deberían comprender que las relaciones son cosa de dos y que el respeto es fundamental. Y ese respeto pasa por dejar un espacio, por permitir mantener una vida social, por disfrutar de la vida juntos, pero también dejarla disfrutar separados, por ser feliz y hacer feliz al otro. Si algo de esto falla hay que tomar medidas, hay que cortar por lo sano, no dejar que poco a poco se vaya complicando todo hasta el punto que la situación sea incrontrolable.
María sólo tenía 18 años y se ha convertido en la víctima asesinada más joven. María no es un palito más que engrosa la lista de mujeres fallecidas a manos de sus parejas. María estaba en la flor de la vida, aún no había descubierto muchas cosas que te brindan los años cuando a su ex pareja le dio por coserla a puñaladas dentro de un coche sólo porque ella no quería volver con él. María había accedido a hablar con su verdugo para tranquilizarle, para que todo volviera a su cauce y pudieran ser amigos. Sus manos, que tantas veces le acariciaron, son las que terminaron con ella. Esas manos deberían comprender que esas caricias las debía hacer otro, porque él no era su persona, el destino tenía en sus escritos que ella estaba para él, pero Víctor se sintió con el derecho de matarla porque la consideraba suya. Nadie es de nadie, nadie tiene derechos sobre los otros.